Escena rescatada del cofre de mi memoria:
Tengo unos cinco o seis años y estamos en "el arroyo" de mi calle. Mi padre le ha quitado la rueda de los lados a mi bici rosa.Estoy nerviosa y emocionada al mismo tiempo.
Todavía tengo heridas en las rodillas de caidas anteriores, pero me tranquiliza saber que no estoy sola.
Mi madre está cerca, con mi hermana pequeña en brazos. Sonriendo. Mi padre está justo a mi lado,sujetando el sillin con la mano derecha. Si ellos confian en mi ¿Por que no voy a hacerlo yo?
Me empuja suavemente por la espalda y me suelta. Mantengo el equilibrio con bastante dificultad. Pedaleo varias veces, con miedo, pero con empeño. Entonces empiezo a tambalearme, pierdo el equilibrio y entro en pánico al ver el leñazo que me espera. Me doy de bruces contra el suelo. Pero no lloro. No grito. Me quejo, me pongo en pie cogeando, levanto la bici con un gesto de dolor y me vuelvo a montar.
Esta vez he llegado un poco mas lejos que la anterior. Y la próxima vez serán unos metros más... Y aunque no sé cuanto tiempo me llevó,ni cuantas caídas hicieron falta, sé que al final lo logré.
Nada ha cambiado. La clave sigue siendo la perseverancia.