domingo, 21 de abril de 2013

...Adicción]]

Siempre había oído eso de que las cosas prohibidas suelen hacerse demasiado tentadoras, pero hasta hace poco no había sido realmente consciente. Supongo que era por inocente, pero todos crecemos, cambiamos, y, en algún momento, todos dejamos de ser pequeños niños ingenuos. Ahora, las tentaciones hacia todo aquello a lo que no tengo al lado empiezan a ser demasiado fuertes, atrayente. Y no me refiero a drogas, ni a tabaco. Ni tan siquiera al alcohol. Hablo de algo diferente, de otro tipo de droga, de otro tipo de adicción, de una atracción distinta...


Sabéis a 
que me refiero...     

¡A ÉL!


¿Quereis que os hable de él?
Bien, él es...él es mi canción favorita. Una de esas canciones míticas, que sabes que te gustarán siempre, y no te podrás cansar nunca de escuchar... Él es así. Es como un beso de buenos días que va acompañado de una sonrisa mañanera, o como una ducha caliente en un día de frio invierno. Es como un abrazo. Un abrazo de esos que necesitas siempre.Es como una de esas melodías, que sueles tararear cuando el miedo te domina... ¿sabes que más te podría decir de él para que lo entendieses? Podría decirte que él es todo. Pero no en el sentido típico de la palabra. Todo de verdad. Todo aquello que, una vez que lo pierdes, piensas que ya la vida no sirve más que para darte copias baratas e im
itaciones absurdas de la mejor canción de amor que hayas escuchado jamás.

...Perseverancia]]

Escena rescatada del cofre de mi memoria:

Tengo unos cinco o seis años y estamos en "el arroyo" de mi calle. Mi padre le ha quitado la rueda de los lados a mi bici rosa.Estoy nerviosa y emocionada al mismo tiempo.
Todavía tengo heridas en las rodillas de caidas anteriores, pero me tranquiliza saber que no estoy sola.
Mi madre está cerca, con mi hermana pequeña en brazos. Sonriendo. Mi padre está justo a mi lado,sujetando el sillin con la mano derecha. Si ellos confian en mi ¿Por que no voy a hacerlo yo?
Me empuja suavemente por la espalda y me suelta. Mantengo el equilibrio con bastante dificultad. Pedaleo varias veces, con miedo, pero con empeño. Entonces empiezo a tambalearme, pierdo el equilibrio y entro en pánico al ver el leñazo que me espera. Me doy de bruces contra el suelo. Pero no lloro. No grito. Me quejo, me pongo en pie cogeando, levanto la bici con un gesto de dolor y me vuelvo a montar.

Esta vez he llegado un poco mas lejos que la anterior. Y la próxima vez serán unos metros más... Y aunque no sé cuanto tiempo me llevó,ni cuantas caídas hicieron falta, sé que al final lo logré.


Nada ha cambiado. La clave sigue siendo la perseverancia.